sábado, 3 de noviembre de 2007

La bolsa


Hacia un tiempo que había conocía a ese chico. Había tenido algunos desplantes femeninos, de mujer insegura y temerosa, que el supo sortearlos y hacer de eso algo insignificante. Eso la mantuvo cerca de el.
Se había algunas pocas veces. Largas charlas telefónicas. El evitaba cosas personales, aclaro desde un principio que no le gustaba.
La invito a un show de una banda que a ambos les gustaba. Gratis. Siempre fue tacaño.
Ella un poco nerviosa, ansiosa, caminaba hacia su encuentro. . . a medida que se acercaba, le iba viendo de pie, esperándola. Puntual.
Llevaba algo en la mano, una bolsa, no muy grande. Cuando se iba acercando vio que era de supermercado. Supermercado?!
Toda la libido que se asomaba por el escote profundo pacientemente elegido, se esfumo en ese instante.
El show se suspendió. Se fueron a tomar algo a un bar cualquiera.
Nada decía de la bolsa. Ella no podía con la intriga, pero no se animaba a preguntar.
El sentó la bolsa a su lado. Parecía deseoso de encontrar el momento justo para decir algo. Ella lo presentía.
Lo encontró y comenzó a sacar de allí, en silencio, de a poco, uno en uno, regalos para ella.
En su cara se reflejaba el placer de entregar estos pequeños tesoros que ella iba tomando en sus manos, apreciándolos, disfrutándolos, agradeciéndolos.
Ese hombre parco, torpe, sabía poner en estas cosas simples algo que nunca supo decirlo en palabras.

Un tipo de casi 40 años, que anida la ternura de hacer esos regalos… pero envueltos en una bolsa de supermercado… adoro ese momento. Fue un instante de mucha comunicación.
Pero pensaba en el… nadie le trasmitió como ser también elegante con una mujer, como seducir, velar las faltas. Nadie supo hacer de el un bebe maravilloso, para luego sacarlo, no importa. Pero salir a buscar quien al menos por un rato lo coloque en ese lugar, y no presentarse casi como un objeto de descarte.

A partir de ese día, le lleve bolsas lindas, con la condición que debía usarlas. Lo hizo, al menos conmigo. Tomo lo que le ofrecí, algo del afecto que se da cuando se trasmite cuidado.

Debo confesar también, que me divertía tocarlo, suelo hacerlo al hablar con alguien a quien le tengo confianza. Pero en el era distinto, se ponía nervioso. Si me sentaba al su lado, y lo rozaba. . . nada sexual directo.
Creo que además se sentía extrañado que alguien lo haga, reconozca su voz en el teléfono o le diga que lo extraña…

Claro, esto me pasó a mí…

1 comentario:

Federico dijo...

Muy buena tu anécdota, me gustó mucho como está contada.

Prometo seguir visitando tu blog, que hasta ahora va muy bien.

Saludos!

PD: si querés visitá http://elserenelumbral.blogspot.com/