Silencios
se suicidan en masa
en mi pecho.
Esquirlas
saturan los labios
que expelen gritos
en hilos de sangre,
manchando la bolsa
en la que atesoraba
las pocas palabras
que me quedaban.
Esas que muerden la yugular.
Hay profesiones y aficiones desagradables por definición.
Definición dada por distintos diccionarios.
Siempre la frase de cierre es la misma: “y buen! alguien lo tiene que hacer! “.
Algunos perturban los sentidos: vender pescado, ser podólogo. El ataque es constante.
Algunos están medidos por la ética personal: vendedor de chuchearías inservibles, asesino a sueldo, militar o policeman. Pero para estos personajes la moral no aparece ni en los crucigramas del diario del domingo.
Hay otras que agreden al buen gusto: proctólogo, afilador de cuchillos puerta a puerta, vendedores de fé que tocan timbre los sábados a las 8 de la mañana.
Otras son enigmáticas, como limpia vidrieras de negocios (detesto limpiar vidrios), embalsamador, empleados públicos o vendedores de cementerios.
Es otoño y es nueva temporada de poda (imposible evitar la voz como en los dibujitos del pato Lucas que diga: “temporada de poda”).
Hice un breve estudio de los señores que realizan esta noble tareas de cortar ramas de árboles (no vale para ligustros y árboles bajos).
De esta observación, sin teoría que lo sustente, llegue a una conclusión: tienen un alto potencial suicida.
Hacen malabarismos con bolas invisibles y se agarran de las ramas para no caer y tiran patadas de yudoca espástico para liberarse de otras ramas rebeldes.
Podría compararse a los corredores de formula uno, a los pilotos de avión de Argentina.
Si tiene tiempo, sientese a mirarlos. Nunca se detenga debajo, algo o alguien puede estar a punto de caer.
Manos de soledades ocres.
desgajan teclas monocromáticas,
en musicalidades melancólicas.
Desangran recuerdos
que gravitan apacibles
en el sótano de ausencias.
Sombras inevitables
asfaltan el camino
al averno de intimidades.
Lastre calcinante
de hueso en el presidio
de resabio de amores efímeros
con eunuco olvido.
Ojos de mandala,
hechiceros
para este corazón entumecido
envuelto por la costra
de sombras cuajadas
en tiempo sin olvidos.
Alma rastrera
por la apetencia voraz
de demonios insaciables.
Seducción del embrujo.
Mirada hipnótica
de verde cielo luminoso.
Cristales facetados
muestran las huellas de espejos
de la piel del amor
invitando a las caricias
en nirvana de luna llena.