miércoles, 16 de abril de 2008

Temporada de poda












Hay profesiones y aficiones desagradables por definición.

Definición dada por distintos diccionarios.

Siempre la frase de cierre es la misma: “y buen! alguien lo tiene que hacer! “.

Algunos perturban los sentidos: vender pescado, ser podólogo. El ataque es constante.

Algunos están medidos por la ética personal: vendedor de chuchearías inservibles, asesino a sueldo, militar o policeman. Pero para estos personajes la moral no aparece ni en los crucigramas del diario del domingo.

Hay otras que agreden al buen gusto: proctólogo, afilador de cuchillos puerta a puerta, vendedores de fé que tocan timbre los sábados a las 8 de la mañana.

Otras son enigmáticas, como limpia vidrieras de negocios (detesto limpiar vidrios), embalsamador, empleados públicos o vendedores de cementerios.

Es otoño y es nueva temporada de poda (imposible evitar la voz como en los dibujitos del pato Lucas que diga: “temporada de poda”).

Hice un breve estudio de los señores que realizan esta noble tareas de cortar ramas de árboles (no vale para ligustros y árboles bajos).

De esta observación, sin teoría que lo sustente, llegue a una conclusión: tienen un alto potencial suicida.

Hacen malabarismos con bolas invisibles y se agarran de las ramas para no caer y tiran patadas de yudoca espástico para liberarse de otras ramas rebeldes.

Podría compararse a los corredores de formula uno, a los pilotos de avión de Argentina.

Si tiene tiempo, sientese a mirarlos. Nunca se detenga debajo, algo o alguien puede estar a punto de caer.



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