Otra noche de insomnio. Poco y mal sueño.
Apago el despertador apenas el atrevido emite su primer sonido.
Nada de estridencias al despertar.
Prendo la radio. Riego las plantas. Entre bostezos escucho mi voz cantando alguna canción.
Tomo un baño para empezar a desperezarme.
Los mates que hoy otra vez me cebo yo, empiezan a hacer circular las sensaciones y pensamientos. Sin grandes pretensiones.
Como esas insípidas galletas de arroz, con mermelada de durazno, que evocan el recuerdo de mi abuela materna. Era la única manera en que me daba cuenta que esa mujer no era pétrea.
Intentar que no se noten las ojeras porque de ellas penden los fantasmas que me habitaron anoche. Si fueran las que tallan las pasiones amorosas compartidas, no me importaría portarlas.
Mientras espero el ascensor verifico tener los zapatos puestos y las llaves en la mano. Todavía no entiendo porque siempre supongo que me los olvido.
Cuando aprieto el botón de planta baja, lleno mis pulmones de aire y suspiro profundamente… anhelando que algo me sorprenda en este día.
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