El silencio cae oblicuo.
Se clava en la punta de la lengua
de finales truncados,
de adioses sin despedidas.
Los aplausos
hicieron mutis por el foro
a paso rápido
antes del acto teatral
de lágrimas
predecibles.
El telón baja,
melancólico,
morado de asfixia
por esa angustia
que abraza la
garganta
e impide respirar.
Los fantasmas,
agazapados entre bambalinas
listos para ahuyentar la dicha
de los amores imperfectos.
Se burlan al oído
y nos embaucan
con que sabremos olvidar.
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