
Mitad beso, mitad risa
fue el enigma que entregue a tu boca
para que desenredes
con la maestría de tus dedos largos.
Quemaste a fuego mi corazón,
un poco para que no te olvide
y mucho más para saber que te pertenencia.
Y tus ojos fueron la boca del pozo
por el que caigo una y otra vez,
en la alienación de amarte,
siempre por última vez.
Temías nombrarme porque te desgarraba
la simple idea de extrañarme.
Escapabas a mi simple imagen
porque suplicas táctiles quemaban en tus entrañas.
Disfrutarnos,
doliéndonos en el sentir más puro
perdiendo la mesura,
esclavizados en la pasión
hasta quedar sin redención.
No hay comentarios:
Publicar un comentario