
Me lloré
en la penumbra
del vacío
del silencio atronador,
hasta secarme de recuerdos.
Me lloré
entre la multitud
de calles zombis
hasta perderme
en el laberinto de la soledad.
Me lloré
hasta que la piel
comenzó a cincelar grietas
en las se enraizaron
olvidos desvanecidos.
Dejé de llorarme
cuando los ojos hinchados
no supieron reconocerme.
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