
Domingo de horas lentas
que amanece entre el asfalto
empapado por el rocío
de una noche indiferente.
Quietud apretando la garganta.
Me ahoga.
Corro.
Escapo del silencio
concebido por lágrimas
y tristezas de melancolía caprichosa.
El domingo se resbala
entre horas inagotablemente confusas.
Pronto llegará la noche
a consolar mis heridas
vaciadas de un después.