
Aspiro morderte el corazón.
Sumergirme en tu pecado.
Internarme en muestro infierno de dos.
Recrear el tacto de pertenecernos.
Vestirnos con el perfume de las pieles
en devaneo sensualmente frenético.
Luego,
más luego
y después,
reposar sobre tu pecho
bajo el imperio del silencio.